Los depredadores afectivos. Una especie silenciosa

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Publicado el 20 enero, 2017

“Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano no escucha.” – VICTOR HUGO.

 

Esperamos disfruten este nuevo artículo del Dr. Fidel Hernández, donde nos invita a estar alertas ante las fachadas presentes en los llamados Depredadores afectivos.

Hace más ya de un siglo el poeta y escritor cubano José Martí escribió una carta a su hijo, donde citaba: “Hijo mío tengo Fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud y en ti”, refiriéndose a su creencia de que los seres humanos, potencialmente son buenos y virtuosos. Aunque esta afirmación no es falsa, también sabemos los profesionales de la conducta que los seres humanos, no siempre van cargados de bondad y de virtud y que a veces también están privados por múltiples razones, de poder sentir amor y afecto por los demás.

Habremos oído alguna vez, historias de padres o madres que abandonan sus hijos, desentendiéndose afectivamente de ellos, o de personas que aparentemente amaban a su pareja, a su familia o a sus amigos y de pronto se comportan de una manera fría y distante, rompiendo de manera repentina todo tipo de relación personal, asombrando a todos a su alrededor por su actitud cruel y poco compasiva. Hablamos de un tipo de individuo que vive entre nosotros, de manera silenciosa y oculta, provocando daños emocionales y afectivos en cualquier escenario de la vida. Son personas que se comportan como depredadores afectivos, en las relaciones interpersonales, pero muy difíciles de detectar por el ojo común, ya que su estrategia es camaleónica y variada.

Según estudios realizados por investigadores como Iñaki Piñuel en España, que ha escrito un excelente libro acerca de este tema: “Amor Zero”  y Robert Hare en Estados Unidos que ha publicado también libros como: “El inquietante mundo de los Psicópatas” o “Sin Conciencia”, estas personas denominados psicópatas integrados, (ya que no son delincuentes, ni asesinan a nadie, ni son los hombres malvados que acostumbramos a ver en las películas); son una especie de asesinos afectivos, disfrazados de personas bondadosas y seductoras. Se caracterizan por tener afectada su capacidad de sentir  por los demás, aunque en su comportamiento cotidiano demuestren todo lo contrario, es el caso del marido o la mujer seductora y amable aparentemente llenos de amor en los primeros años o etapa de la pareja, pudiendo después tener conductas de maltrato, abandono, incluso de comportamientos agresivos y hostiles con el único fin de dañar al otro.

Estos individuos suelen ser hábiles e inteligentes y observadores de los demás, por lo que aprenden a decir y hacer lo que quieren escuchar los otros, copian y pegan expresiones afectivas, emocionales y amorosas que pueden simular perfectamente, encantando y confundiendo a las futuras víctimas que pueden ser parejas, subordinados, amigos, vecinos, clientes, entre otros.

Hablamos de esa persona que sale todos los días a darle de comer a las palomas, que cuida su perro, que incluso lleva a los niños al colegio, pero que dentro de su casa puede ser un padre ausente, agresivo y despiadado con su familia, aunque esto siempre está enmascarado en razones loables de ayudar y hacerle entender a los demás sus errores.

Generalmente suelen ser personas que tienen éxito social, ya que saben manipular, mentir y hacer cuanto tengan que hacer para obtener poder, reconocimiento y aceptación social.

Esta especie humana silenciosa está sobre todo en habitas como la política, las grandes empresas, los bancos, y todas aquellas esferas relacionadas con el poder o profesiones asociadas al reconocimiento, es por ejemplo ese director de banco, que con una sonrisa convence a sus clientes de comprar un producto que sabe de sobra puede ser un fraude. El político que promete cambios y recursos, que después de manera tranquila deja de cumplir, sin sentir ninguna culpa ni remordimiento por ello.

No sienten compasión ni culpa por lo que hacen, son aquellas personas que pueden engañar a su pareja de manera sistemática sin ningún tipo de remordimiento, con la convicción absoluta de, que lo que ellos hacen no causa ningún daño a los otros.

Los Psicópatas integrados, que aquí hemos llamado depredadores afectivos, suelen dejar a sus víctimas, cuando ya no reportan ningún beneficio o utilidad para ellos, de una manera fría y drástica, por lo que solemos recibir en consulta a esa mujer abandonada con hijos, a ese marido acusado por falsa violencia de género, o a ese empleado despedido de su empresa por falsas acusaciones de negligencia, cuando lo que ha soportado es un largo proceso de acoso laboral y ataques sistemáticos de su jefe.

Cómo evitar ser víctimas de un depredador afectivo?

Aunque no haya una receta única, lo más importante es aumentar nuestra capacidad de observación y de conciencia, de con quién nos relacionamos cotidianamente, aunque nunca podamos estar a salvo de que algunos de estos depredadores nos engañen. Ante una pregunta periodística realizada al mayor experto de Psicópatas, Robert Hare hace algunos años, referida a que si había sido engañado alguna vez por estos psicópatas, respondió que sí, muchas veces, porque ellos son verdaderos expertos del engaño y la falsedad, adoptan cualquier color y piel que haga falta, por lo que detectarlos es una labor de Arqueología humana permanente, que puede depararnos alguna que otra sorpresa, ya sea de cualquiera de nuestros familiares, amigos o pareja.

Es importante estar alerta de manera permanente, ante todos aquellos con quien nos relacionamos habitualmente, para comprobar si existe un mínimo de coherencia entre lo que dicen, lo que sienten y lo que hacen, porque suele ser ahí, el momento en que se les puede descubrir, ya que son personas con tendencia a tener un discurso que no siempre se les corresponde con lo que hacen, ni con lo que realmente sienten.

El amor,  la compasión y la necesidad de dar y recibir afecto, hace que la mayoría de las personas nos podamos diferenciar de este prototipo parasitario afectivo emocional,  que suele alimentarse de la ingenuidad y los buenos propósitos, de los seres que sí podemos denominarnos humanos.

El antídoto natural para combatir esta especie es fomentar en nosotros y en los demás, la capacidad de dar amor, y desarrollar la autenticidad y la coherencia, que nos blinde con una capa psicológica de sosiego y bienestar, que impida que esas bacterias humanas lleguen a nosotros en un momento de vulnerabilidad o de crisis, pudiendo romper nuestro equilibrio emocional.

Debemos tener la convicción que el amor, es el argumento fundamental que le da sentido a nuestra vida y nuestro quehacer, por lo que, los individuos que no son capaces de sentir este sentimiento universal, estarán abocados al sin sentido, y a la ausencia de brújala en el mapa de la vida.