EL CORONAMIEDO

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Publicado el 23 marzo, 2020

El Coronamiedo: el militar que más batallas ha ganado en la historia

Los estrategas militares plantean que la guerra de guerrillas es una de las formas de lucha más difícil de combatir. El miedo es una de esas batallas que se libran de manera cotidiana y oculta en cada uno de nosotros.

El COVID-19 ha sido un disparo de miedo y cambio que nos ha sobrepasado a todos: políticos, sociedad e instituciones. El miedo desata los mecanismos antiguos y primitivos de nuestro cerebro: los de la supervivencia.  

El miedo siempre ha estado con nosotros desde nuestra existencia más remota. El temor a morir y el miedo a lo desconocido desatan reacciones muy diferentes en cada uno de nosotros: la necesidad de evadirnos para no aceptar el peligro, la necesidad de huir y de escapar o considerarlo evidente nos da un abanico de comportamientos muy diferente. 

El Coronavirus no solo va infectando a los seres humanos sino que ha penetrado de manera decisiva en un tejido que venimos cultivando la sociedad occidental desde hace mucho tiempo que es el miedo a casi todo. Sobretodo, el miedo a enfrentarse a uno mismo y a la propia vida.

Sus cadenas proteicas no solo tienen una capa lipídica que los protegen frente los antibióticos u otros medicamentos. Su daño está en la posibilidad de amplificar y multiplicar hasta el infinito los problemas que teníamos como sociedad antes de que llegara. 

El miedo a estar con nosotros mismos, el miedo a no saber entregarnos a los demás o el miedo a no poder entregarnos de manera incondicional a los otros creyendo que siempre debemos de pensar antes en uno… Son algunas de las barreras que tenemos para enfrentarnos en esta epidemia. 

  ¿Cuáles son las barreras que nos impiden aceptar los cambios bajo la influencia del miedo?

Ya es sabido que el único cambio gustoso que aceptamos es el del pañal, ya que incluso solemos hacer resistencia hasta los cambios positivos y de otra índole.

Nuestro cerebro tiende a la homeostasis y a la comodidad, así como nuestro cuerpo que tiene sus mecanismos homeostáticos naturales. Por tanto cambiar hábitos y conductas conlleva trabajar con dedicación con nosotros mismos.

Nuestra sociedad en muy poco tiempo ha tenido que hacer cambios de vida y patrones cotidianos que hace poco  no nos hubiésemos imaginado. Por lo que los cambios activaran el miedo a lo desconocido y a la incertidumbre, uno de los peores temores que maneja el ser humano. La mayoría de las personas buscan la certeza y lo conocido.

Es por ello que en la vida cotidiana aún teniendo conflictos y dificultades importantes,  muchos individuos que yo atiendo en consulta prefieren continuar con su pareja disfuncional, con su trabajo agónico y con su vida de sufrimiento antes de enfrentarse a un escenario desconocido.

Entrenar la capacidad de enfrentarse a la incertidumbre es una de las habilidades que los empresarios hemos desarrollado y que convendría entrenar en estos tiempos del Coronavirus.

Realmente nuestra vida tiene más componentes de incertidumbre que de certeza. Es nuestro cerebro que de manera engañosa nos hace creer una falsa sensación de control y de homeostasis.

Otra de las barreras que no nos ayudan a enfrentar estos cambios son nuestras creencias limitantes acerca de la vida, los conflictos y las crisis. La crisis como la que estamos viviendo puede vivirse de maneras distintas como caos o problemas, o como una oportunidad para el cambio y para aprender.

El primer aprendizaje es acabar de comprender la fragilidad de la vida humana, como un organismo tan simple como es un virus es capaz de detener a países y a gobiernos repletos de tecnologías, armamentos, cohetes espaciales… Y  sin embargo con su sencillez mortal nos manda a todos para casa. 
Tenemos que aprender que las nuevas tecnologías nos pueden ayudar a teletrabajar, a comunicarnos y a no aislarnos de aquellos que no siempre están cerca de nosotros.

Además, seguramente haya que aprender que este virus nos ha quitado algo importante que no estábamos valorado lo suficiente como es el contacto con el otro, los besos, los abrazos, los encuentros..

Y quizás nos lo ha quitado porque no lo estábamos usando bien. Lo despilfarrábamos en quién no se lo merecía y no lo usábamos lo suficiente con nuestros seres queridos. Siempre ocupando el tiempo en el trabajo, el transporte y en la falta de tiempo. 

Seguramente después de esta crisis estaremos más preparados para cuidar de nuestro cuerpo, de nuestra mente y de los demás. Para resolverla debemos pasar de un paradigma de sociedad narcisista a otro de colaboración. Donde el otro es imprescindible para la supervivencia como especie y como individuos realizados en una supuesta sociedad moderna.

“No hay que tener miedo de la pobreza ni del destierro, ni de la cárcel, ni de la muerte. De lo que hay que tener miedo es del propio miedo.”    -EPICTETO DE FRIGIA

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