Publicado por PSICODIS Orientación y Apoyo
Publicado el 5 mayo, 2016
Fidel Hernández Hernández. Doctor en Psicología. Director Gerente de Psicodis Orientación y Apoyo SL. Profesor colaborador Universidad Autónoma de Madrid.
Las personas con discapacidad, por ser un colectivo en minoría, se les ha negado a lo largo de la historia la posibilidad de resolver sus necesidades afectivas y sexuales. En términos educativos, reprimir y considerar el tema sexual como no propio de las personas con discapacidad propició que fuera tabú durante décadas. Sin embargo, desde la normalización e integración es necesario abordar el tema de la sexualidad y de las relaciones interpersonales ya que es un derecho que dichas personas tienen y que nadie debe negarles.
Los programas educativos destinados a trabajar con los distintos tipos de discapacidad no han estado enfocados en una educación sexual plena de autoconocimiento y disfrute sino se han basado en el peligro y la amenaza que suponía que alguien con algún tipo de discapacidad tuviese una vida sexual activa. Las resistencias para aceptar un enfoque positivo en la educación sexual son aún más grandes y parten del miedo a que otras personas abusen de las personas con discapacidad y del miedo al propio impulso sexual de éstas.
La educación sexual debe partir del convencimiento que la afectividad y la sexualidad son un aspecto más de la personalidad que deben de ser abordados con la misma naturalidad que se abordan otros aspectos como la motivación, la orientación profesional, entre otros. Las personas con discapacidad al igual que el resto tienen la dimensión afectiva-sexual como un aspecto fundamental de su vida y realización personal. Para ello es necesario detectar las necesidades afectivo-sexuales de estas personas, las dificultades que tienen para satisfacer esas necesidades y ofrecer respuestas satisfactorias, teniendo en cuenta la realidad familiar y las características del entorno en que se desenvuelve.
Se trata de apoyar a las personas con discapacidad en el derecho de educarse y vivir para saber resolver sus necesidades de relaciones interpersonales. Es necesario presentar un concepto de sexualidad avalado científicamente, libre de falsas creencias, mitos y prejuicios que les facilite a los profesionales y a la sociedad convertirse en agentes educadores de una sexualidad libre y autentica que les permita a las personas con discapacidad vivir la sexualidad desde el disfrute y la realización personal y no desde el miedo y el desconocimiento.
Mitos que rodean las relaciones afectivas y sexuales de las personas con discapacidadEn nuestros días, la manifestación de la sexualidad ocupa un lugar importante dentro de la vida cotidiana. El cuidado por desarrollarla en forma libre y plena se hace cada vez más evidente y necesario en la civilización moderna. El tema del desarrollo sexual y de una factible educación sexual preocupa y ocupa tanto a padres, docentes como a los profesionales. Tres posiciones bien diferentes respecto del niño o adolescente con algún tipo de discapacidad ya sea intelectual, sensorial o física plantean enfoques variados para abordar este tema, sin que exista un estilo educativo consensuado. Pese a que existe consenso sobre la conveniencia de una educación sexual, las actitudes de marginación por parte de la comunidad ante la sexualidad de las personas con discapacidad están estrechamente relacionadas con las formas como se concibe la discapacidad por un lado, y a la sexualidad por el otro, es decir: el convencimiento cultural que hay respecto de la sexualidad y discapacidad nos sitúa en escenarios y paradigmas diferentes para posicionarnos ante una educación sexual plena. El desconocimiento que existe aun en las especificidades y funcionamiento de los distintos tipos de discapacidades así como los prejuicios y tabúes asociados a la sexualidad nos lleva a un panorama educativo donde predominan los mitos y creencias erróneas asociados a la discapacidad por encima de una concepción científica, realista y abierta de la sexualidad. Alguno de los mitos más frecuentes: |
1. Considerar que las personas con discapacidad replieguen o inhiban sus deseos, fantasías y necesidades sexuales. Alrededor de su sexualidad se desarrolla una serie de mitos que la toman como algo perjudicial o la niegan, cuando la realidad es que no se diferencia a la de los demás en cuanto a deseos, fantasías, erotismo y necesidades afectivas. La diferencia consiste no en su sexualidad sino en el modo en que aprenden a relacionarse y a vivir su sexualidad con una limitación funcional que los dotará de un modo propio de expresar sus necesidades afectivo-sexuales. |
Debemos recordar que los caracteres biológicos, anatómico fisiológicos, que dan soporte a la sexualidad están presentes y se desarrollan en todas las personas por igual, independientemente de su discapacidad, variando únicamente sus especificidades físicas y ambientales.
Socialmente no es del todo aceptado que las personas con discapacidad tienen el derecho de vivir y disfrutar como las demás personas su propia sexualidad. A veces les incomoda saber que tienen deseos, que sienten atracción y que pueden gustar a otros.
Debemos adaptar nuestra mente y realizar un cambio en la manera de pensar a la persona con discapacidad o diferentes.
Enfrentarnos con nuestros miedos, pudores, limitaciones y aceptar que pueden tener intercambios sexuales sabiendo que la sexualidad es mucho más que el acto coital. No debemos dejar reducida la sexualidad al espacio genital. La sexualidad son besos, caricias, abrazos.
Desde nuestra empresa, Psicodis Orientación y Apoyo, especializada en la atención psicológica a parejas, familias y personas con discapacidad hemos realizado como parte de la línea de formación continua en este tema algunas escuelas de familias en temas de sexualidad, diversidad funcional y personas con discapacidad, además de talleres de capacitación para docentes, quienes luego elaboran programas a desarrollar de acuerdo a las necesidades de los grupos de niños, adolescentes y adultos con discapacidad.
La traba muchas veces ocurre cuando algunos padres tienden a sobreproteger a sus hijos ignorando sus necesidades sexuales. Y prefieren no tocar el tema.
Socialmente se percibe la persona con discapacidad como alguien a quien le cuesta adquirir conocimientos académicos, por lo que se piensa que menos podrá recibir información respecto del tema «sexualidad».
Las limitaciones al derecho de llevar una vida sexual activa dependen del nivel de su déficit y en el cómo será su capacidad o incapacidad para su inclusión social y laboral y la posibilidad de entablar una relación adecuada de pareja.
La educación sexual debe tener en cuenta la planificación de los recursos disponibles para asegurarle un aprendizaje en la medida de sus posibilidades.
Debemos trabajar en conjunto las organizaciones públicas, privadas, junto con las familias y docentes vinculados directa o indirectamente a las personas con discapacidad para integrar los saberes de los padres, profesores y profesionales promoviendo una cultura de diálogo y convivencia que facilite la aceptación e inclusión de las personas discapacitadas como seres sexuales y sociales. Todo esto contribuirá al desarrollo de la expresión sexual, así como los objetivos que se proponen para su educación sexual y los valores en los que ésta se debe inspirar.